Desde el inicio de la hiperinflación, hace 30 años, el dólar aumentó 1.000.000%

El destino, a veces, juega con los números. Hace 30 años, a fin de marzo del 89, la Argentina estaba a punto de entrar en cuatro meses económicamente caóticos. Serían los que la llevarían a vivir su primera hiperinflación, cuando el costo de vida pasó del 33% de abril hasta trepar a 196% en julio, mes en que Raúl Alfonsín entregó anticipadamente el poder a Carlos Menem. Hace exactamente 30 años, el dólar se cotizaba a 42 australes, un valor similar al que cerró ayer pero en pesos. En el medio, en estas tres décadas, la moneda nacional perdió, en ese accidentado devenir, cuatro ceros, los eliminados por Domingo Cavallo, en 1991, cuando lanzó la convertibilidad. Es decir que, para comprar un dólar hoy, con la moneda que nació de la inspiración del exministro de Economía, Juan Vital Sourrouille, en junio del 85, se necesitarían 420.000 australes. Cifra que equivaldría, en un cálculo simple, a los $42 actuales. Pero hay otro dato que sorprende por su exactitud: el dólar, desde hace 30 años a la actualidad, aumentó 1.000.000% en términos nominales.

Es curioso que, pese al paso del tiempo, la Argentina esté hoy –más allá de las diferencias en cuanto a magnitudes- encerrada en la imposibilidad de contener el mismo flagelo: la inflación.

La situación vivida en el 89 fue el final de una serie de fallidos intentos de dominarla. Ya en el gobierno de Isabel Perón se había llegado a superar el 700%, en el 75, después del “Rodrigazo”, aunque no se habló de “híper” (un debate para especialistas). Durante la dictadura militar, con la “tablita” de José Alfredo Martínez de Hoz y un contexto represivo, se contuvo hasta que estalló la crisis de la deuda latinoamericana, en el 82, por la moratoria mexicana. Alfónsín heredó una situación complicada – agravada por la crisis post Malvinas- e intentó controlarla con el lanzamiento del Plan Austral en junio del 85. Pareció lograrlo pero el sueño fue efímero. Una vez más, los desequilibrios estructurales del país volvían a desatar una corrida cambiaria. En ese clima se lanzó otro plan, con nombre prometedor, pero que no alcanzó a florecer: se lo llamó Primavera. Las necesidades económicas, sumadas a un marco político desfavorable azuzado por la oposición, llevó a relanzar esa iniciativa bajo el nombre de Primavera II, hacia fines del 88. Como toda segunda parte, condenada al fracaso. Desde el peronismo se hablaba de un dólar “superalto” y Domingo Cavallo pedía a los organismo internacionales que no le prestaran más al país. El 89 había comenzado bajo una gran tensión –se habían adelantado para mayo las elecciones previstas para octubre – y el tipo de cambio aceleraba su ritmo alcista. En febrero, el gobierno de Alfonsín reconocía que ya no quedaban reservas en el Banco Central. Eso fue determinante para disparar una corrida cambiaria que se aceleró, en marzo, hace exactamente 30 años, como le gusta jugar al destino.

Fuente. ambito financiero

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