Lo hétero: lenguaje inclusivo y orden simbólico

Tratando de resolver con mi nieta mayor, 16 años, un encuentro por whatsapp, dice: “yo por ahí estaré con amigues, ¿vos me podrías buscar para ir?”, fluido, no forzado, me hizo pensar.

Sabemos que el lenguaje busca decir todo pero es imposible. Lo sexual es de lo que se resiste a ser dicho.

El lenguaje manifiesta los cambios en la sociedad que pulsan por ser dichos. Este empuje lo provee la búsqueda de emancipación.

Poner allí la e, donde iba o, no implica aunar al género, sólo designa un grupo humano sin prioridad de género.

Así como ha sido productivo diferenciar identidad de género respecto del goce sexual, de lo que se goza; sería pertinente diferenciar los efectos de dominación por un género reflejados en la lengua, es decir una cuestión sociopolítica, cultural, de los lazos sexuales. Esta confusión ha llevado a pensar que combatir la dominación de un sexo a otro puede llevarse a cabo combatiendo el binarismo. Este problema ha sido resuelto por Freud y Lacan cuando plantean que no hay complementariedad entre los sexos (no hay dos que se complementan) cada uno se relaciona a la falta (falo como su significante).

Estamos inmersos en un orden simbólico, donde un término se afirma por su opuesto. Contamos con los artículos: él, que identifica al género masculino, la que identifica al género femenino y lo indefinido o neutro. Hasta la pubertad, el niño o niña no precisa definir su género para su goce, por este motivo Freud los llama “perversos polimorfos”. En la pubertad, un real irrumpe, los cambios corporales, la capacidad de reproducirse, que empujan al sujeto a una definición sobre sí.

Hay dos pérdidas en juego. “El sujeto se incluye en el lenguaje al precio de una pérdida. ¿Qué pierde? El cuerpo animal, el goce absoluto, sin faltas. La segunda pérdida ocurre en la pubertad, al afectarse de un sexo pierde el goce supuesto al ‘otro sexo’ que pasará a ser metáfora del goce perdido, por tanto objeto de deseo”.

“La atracción de los sexos es eso: uno atrae al otro. La pregunta es entonces qué hace al otro, otro, y el lugar que ocupan en esa atracción la castración, el deseo, el goce, el amor”.

Desde la época en que Platón escribió el Banquete tenemos noción del lazo sexual, como amante-amado, no hay equivalencia. ¿Hay dominación? Que la posición sea diferente no implica dominación, ni subordinación ni sometimiento.

Como hemos reiterado, la elección del partenaire sexual no es por naturaleza. ¿Cómo se sostiene el deseo entonces si no es por el instinto? Por el fantasma. El fantasma es esa construcción con la que el sujeto hablante habita su realidad, lo que sostiene su deseo. En esa escena en la que el deseo se sostiene, el partenaire, cada uno, va al lugar del objeto causa. Esto no objetaliza al otro, en el sentido tradicional del objeto, es objeto porque me falta. Es porque estoy en falta que deseo. Un fantasma que nos permite pensar esta diferencia entre el lazo social y el lazo sexual es el fantasma sado-masoquista. Hay consentimiento entre los sujetos aunque uno de ellos vaya al lugar del objeto.

Lo hétero es lo que no soy yo, lo que me falta, lo que me causa. Lacan dice que heterosexual es el que desea a una mujer, cualquiera sea su sexo, porque al no tener un significante que la represente, circula como objeto metonímico, objeto causa, pero eso puede correr de lugar el debate actual.

La lucha es por no hacer de un tipo de goce el privilegiado, de un género una dominación, por el respeto al lugar con el que cada uno se identifica, y aprovecho para agregar algo que se liga a lo antedicho que es la interrupción voluntaria del embarazo. Cuando el embarazo no es deseado, partiendo que el deseo es inconsciente, puede ser por muchos motivos, un accidente, una violación, una negligencia. Frente a esta circunstancia, hacerse responsable es actuar según su deseo, que no es lo mismo que hacer lo que se le da la gana. Es el acto que la decisión comporta el que responsabiliza al sujeto. Hoy no hay posibilidad de hacerse cargo, porque no hay opción. Sólo sobrellevar el peso de la decisión de otros.

Por Adelfa Jozami* Psicoanalista. Algunos párrafos son extraídos de su último libro, Pubertadolescencia.

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