Audiocuentos de la Nueva Narrativa Argentina

“Tenemos dos orejas y una sola boca, justamente para oír más y hablar menos”. La frase, atribuida al filósofo estoico Zenón de Citio, podría ser una suerte de estribillo de una propuesta para abrir más las orejas. Se trata de Audiocuentos de la Nueva Narrativa Argentina, iniciativa de UnaBrecha y el Grupo Heterónimos, en la que han participado hasta ahora 77 escritores, lectores e ilustradores, que tiene la finalidad de que la literatura que se escribe hoy en el país pueda ser leída, escuchada y mirada por miles de personas en todo el mundo, de manera libre y gratuita, desde audiocuento.com.ar, y también desde la app para Android en Google Play. Ya han subido la segunda edición con cuentos de Esther Cross, Alejandra Laurencich, Andrés Neuman, Luciano Lamberti, Ariana Harwicz, Sonia Budassi y Claudia Solans, entre otros, que se suman a los de la primera edición: Claudia Piñeiro, Samanta Schweblin, Hernán Ronsino, Gabriela Cabezón Cámara, Jorge Consiglio, Marcelo Figueras e Inés Garland.

En tiempos en que abundan los mensajes de audios en whatsapp, parece haber un regreso a la oralidad y a la escucha. Pero la práctica de la lectura suele ser silenciosa y no hay un hábito generalizado de escuchar cuentos. “Es curioso que el tránsito de la lectura oral sea tan sinuoso”, dice el escritor Diego Tomasi, productor de Audiocuentos de la Nueva Narrativa Argentina. “Hasta la Edad Media, la lectura era en voz alta, porque había que leer en público para que los que no sabían leer pudieran tener acceso a un cierto conocimiento, sobre todo religioso. Hacia el final de la era medieval empezó a ganar lugar la lectura en silencio, y en solitario. Esa costumbre persiste, y es difícil revertirla. Uno, en general, lee solo. Sin embargo, en la vida de las personas, la lectura oral –en verdad, la escucha– es un rastro de la infancia. Nos leen cuentos hasta que aprendamos a leer. Escuchar a alguien leyéndonos un cuento es una manera de devolver a la lectura el carácter lúdico que tenía cuando éramos chicos. Es un juego. Como tantos, la escucha de cuentos es un juego con otros”, plantea Tomasi.

Las ilustraciones de la segunda edición son de Alina Najlis, Juan Sebastián Amadeo, Estrellita Caracol, Javier Reboursin, Romina Lardiés, Carolina Marcús, Virginia Piñón, Fernando Sawa, Gabriela Thiery, Martina Trach, Daniel Pito Campos y Joaquín Paolantonio. Las lecturas estuvieron a cargo de Ana Granato, Arme Martínez, Natalia Arenas, Valentino Cappelloni, Diego Tomasi, Flavia Pittella, Juan Otero, Macky Chuca, Carina Migliaccio y Marcos Urdapilleta. El escritor Nicolás Hochman, coordinador del proyecto, cuenta que cada vez más personas están ingresando a la web y la app. “Lo sorprendente es que empezamos pensando que era un proyecto chico, destinado principalmente a invidentes, y esta semana superamos las quinientas mil visitas. Llegan muchísimas consultas de escuelas de todo el país, que están trabajando el material con los chicos en la secundaria, y propuestas de escritores, lectores e ilustradores ofreciendo material para las próximas ediciones. Fue muy bueno abrir la propuesta. Así como en 2016 invitamos a participar a veinticinco autores, el año pasado hicimos la convocatoria pública y llegaron casi setecientos cuentos”, comenta el autor de Los casquivanos.

El entusiasmo que ha generado abre las puertas a una tercera convocatoria. “El proyecto se viene financiando a través de Mecenazgo Cultural –aclara Hochman–. Para esta edición todavía no tenemos un mecenas que haga el aporte, así que estamos esperando a tener esa certeza para poder avanzar con las fechas y todo lo demás. En cuanto a los jurados, la idea es que participen personas que ya son parte del proyecto con sus cuentos. Cualquiera de los que están ahí está más que capacitado para poder hacer esa lectura, que sobre todo implica tener un criterio para poder elegir, porque no hay manera de seleccionar treinta textos sin dejar afuera muchísimos más que son igualmente buenos. Por otra parte, en paralelo a esto, estamos con ganas de avanzar con una versión mucho más federal de Audiocuentos, y con otra pero con textos, lecturas e ilustraciones de adultos mayores. Falta el presupuesto, pero ya llegará”.

Hay narradores orales que afirman que hay cuentos que no se pueden “adaptar” a la oralidad y otros que sí.  ¿Hay escritores que quizá por su “barroquismo” o peculiaridad no cuajan con el formato audiocuentos? “Hay muchas maneras de pensar el tema –opina Tomasi–. Se puede escribir imaginando cómo sonaría ese texto si se leyera. O no. Deliberadamente se puede evitar el ejercicio. En sus diarios, Ricardo Piglia menciona la posibilidad de escribir como si la escritura fuera una práctica oral. Como si alguien escuchara lo que se escribe. En todo caso, en un audiocuento se combinan varios factores: el texto, claro, pero también el estilo, el tono y la voz de quien lee. Esto hace que, como en casi todo, el resultado dependa de qué, quién y cómo. No digo que todo texto escrito sea atractivo para la escucha. Pero quizá sí… con las condiciones adecuadas”.

Fuente. Pagina12

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