Ecuador: Moreno quiere ser presidente; Correa, líder

Con el plebiscito del domingo, Lenin Moreno aspira a convertirse en el presidente real de Ecuador. Ya lo es formalmente desde abril del año pasado, cuando venció en el ballotage a su rival, Guillermo Lasso, pero lo hizo de la mano de su referente, el ex presidente Rafael Correa, con quien rápidamente rompió lazos y a quien ahora espera, resultado favorable mediante, inhabilitar legalmente para una nueva candidatura presidencial.

Hablando de la monarquía, Shakespeare decía en Hamlet que, para ser rey, el príncipe debía matar al rey. Más cercano en el tiempo, Freud explicaba que había que «matar al padre» (metafóricamente, claro) para poder liberarse de la tutela paterna y tomar un camino propio en la vida. Hombres experimentados en la política, tanto Moreno como Correa, desconfiaron durante toda la campaña electoral uno del otro previendo un final como éste. Correa siempre supo que su vigencia política no iba de la mano de un sucesor exitoso e independiente. Moreno, que su éxito como presidente estaba inevitablemente atado al opacamiento de su antecesor y líder.

Por cierto, no es este artículo un elogio de la traición. Intenta ser una explicación de la misma. Detrás de la disputa por el poder, detrás de la disputa ideológica, detrás de las confabulaciones y conspiraciones nacionales e internacionales, que las hay y muchas está el eterno problema de la sucesión del poder. La monarquía lo resuelve con relativa comodidad – aunque a veces aparecen crímenes como los de Hamlet. La democracia europea apeló en general al parlamentarismo y Estados Unidos, al límite constitucional de por vida a más de dos mandatos. En nuestra América, tan latina, los proyectos políticos apuntalados por un líder fuerte, un caudillo, no le han encontrado solución viable a la sucesión y esta última década ha sido testigo de diferentes intentos de solución, todos fracasados o en crisis.

Ecuador no es la excepción. A poco de comenzar su mandato, Moreno empezó a despegarse de Correa. Primero cuestionó la herencia recibida – un clásico -, después dio espacios de poder a sectores históricamente opositores a Correa y luego, como punto final de la confrontación e inicio formal de la ruptura, habilitó el juzgamiento, destitución y encarcelamiento del vicepresidente Jorge Glass, ex vice de Correa y leal a éste. Obedrecht, una vez más, fue el instrumento de la operación política y judicial.

La ruptura luego se trasladó al Parlamento y al partido – Alianza País – pero en definitiva, más allá de las encuestas que dan una mayoría a favor de Moreno y su gobierno, los votos por los cuales llegó a Carondelet siguen siendo los votos de Correa y hacia allí está dirigido el referendum del domingo.

Formalmente los ecuatorianos deberán responder por sí o por no a un cuestionario de siete preguntas referidas a temas diversos como imprescriptibilidad de delitos sexuales a menores, ampliación de áreas protegidas contra el extractivismo petrolero, eliminación de una ley impositiva que incrementó las cargas a las propiedades, modificación de un organismo de control, impedimiento de candidaturas a imputados por corrupción y, la más importante, límite a la reelección presidencial.

Invitado a la pelea, Correa no la rehuyó. Suspendió un retiro belga en el que nunca creyó y recorrió el país haciendo campaña por el NO. Una campaña dura donde sus enemigos buscaron cobrarle sus diez años en el poder. Hostigamiento en sus apariciones, ataques a sus caravanas de campaña y una importante restricción en los medios para él y su espacio político. Los privados porque siempre los enfrentó, los públicos por razones obvias.

Las encuestas marcan un triunfo contundente del SI a todas las preguntas. Los números van del 60% al 70% y se explican por varias razones. El formato de las preguntas (dificil estar en contra excepto siendo correísta y percibiendo el perjuicio focalizado al ex mandatario), el respaldo de la mayoría de las organizaciones políticas (36 a favor contra solo cuatro en contra) ya que Moreno juntó a los ex opositores a Correa con la porción de Alianza País que lo respaldó tras la fractura, y la popularidad de Moreno, que, pese a las dificultades económicas que ostenta el país, ha sabido compensar con bienes simbólicos esas carencias.

La figura de un líder fuerte y batallador como Correa encontró campo fértil en un Ecuador devastado tras la crisis económica de fin de siglo que se llevó puesta su moneda (el sucre) y varios de sus presidentes. Diez años después, la estabilidad económica y política lograda en gran parte gracias a Correa se engulló a su creador y la sociedad ecuatoriana se mostraba mayoritariamente cansada de la figura del mandatario todopoderoso. Por supuesto que sus enemigos internos y externos colaboraron con armas nobles y de las otras en ese desgaste, pero en el mundo moderno, con el exceso de información que hay, es dificil, por no decir imposible, sostener la popularidad de un mandatario durante tanto tiempo.

Si el domingo finalmente gana el SI, como marcan todos los sondeos, Moreno tendrá la legitimidad que aún no tiene y podría, por ejemplo, encarar reformas que el Mercado le exige y aún no ha tomado. Como sucede en la política moderna, la traición quedará relegada a las murmuraciones de Correa y sus fieles y los votos avalarán su nuevo posicionamiento político.

Desde el correísmo son, de todos modos, moderadamente optimistas. Si bien prácticamente descartan la posibilidad de un triunfo del NO, creen que los votos por el SI no pertenecen solo a Moreno, sino que debe compartirlos con la histórica oposición a Correa y que, en cambio, el 30% o el 40% que obtendría el NO se compondría exclusivamente con votos del economista bolivariano. «Moreno tiene el poder, Correa tiene los votos», repiten como un mantra y aventuran que la restricción constitucional deberá recorrer después del plebiscito un largo camino en la justicia y confían en que un eventual cambio de escenario político se manifestará también en un cambio en el escenario judicial, atendiendo a que en los países de la región la Justicia es muy permeable a esos movimientos.

Como en Brasil, como en Argentina, como en Venezuela, como en Bolivia, la pelea es de box. El domingo suena la campana y terceros afuera.

Fuente: Letra P

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *