Non-fiction en la era de la posverdad

El simulacro comenzó una década antes de que la posverdad se pusiera de moda. El 9 de diciembre de 2005, los canales de televisión Televisa y TV Azteca emitieron supuestamente en directo el ingreso de los agentes federales a un rancho llamado Las Chinitas, donde se produjo la liberación de tres rehenes y la detención de una pareja de “secuestradores”: el mexicano Israel Vallarta y su novia francesa Florence Cassez. Pocas semanas después dos periodistas, Juli García y Denise Maerker, descubrieron que había sido un bochornoso montaje policial, admitido por las propias autoridades en complicidad con los canales de televisión. Las detenciones de Florence y su novio sucedieron en otro sitio y un día antes de lo que las autoridades dijeron. El expediente es un cúmulo de contradicciones, irregularidades y mentiras. El caso jaqueó los cimientos del gobierno del entonces presidente Felipe Calderón y culminó con un incidente diplomático entre México y Francia. Esta historia real –aunque parezca una ficción demasiado retorcida– le ha permitido a Jorge Volpi ganar el premio Alfaguara de Novela, dotado de 175 mil dólares, con Una novela criminal, que llegará a las librerías de España y América latina en marzo.

No hay invención en la novela ganadora del premio Alfaguara. Los personajes son de carne y hueso. Florence salió de la cárcel el 23 de enero de 2013. En cambio, Israel continúa detenido en una prisión de máxima seguridad, sin sentencia definitiva. El jurado, presidido por el escritor Fernando Savater y compuesto por los también escritores Mathias Enard y Sergio del Molino, la directora de cine Claudia Llosa, el director de Librerías Gandhi de México, Emilio Achar, y Pilar Reyes (con voz pero sin voto), directora editorial de Alfaguara, decidió premiar por mayoría Una novela criminal porque “rompiendo con todas las convenciones del género, el autor coloca al lector y a la realidad frente a frente, sin intermediarios”. “En esa historia, el narrador es tan solo el ojo que se pasea sobre los hechos y los ordena. Su mirada es la pregunta, aquí no hay respuestas, solo la perplejidad de lo real”, ponderó el jurado de esta edición, dedicada a la memoria de Tomás Eloy Martínez, también ganador del premio con El vuelo de la reina, a ocho años de su muerte.

La  novela de Volpi se inscribe en la tradición de A sangre fría, de Truman Capote, La canción del verdugo, de Norman Mailer, o las novelas de Javier Cercas, de Emmanuel Carrère y de Ivan Jablonka. El escritor estuvo casi tres años investigando, leyendo las más de 10.000 páginas del expediente, entrevistando a Israel y a Florence, entre otros de los protagonistas. “El juego literario consiste en ese trabajo de ensamblaje que busca darle una forma literaria a un conjunto de hechos dispersos y caóticos, pero deseando que sea el lector al final quien saque sus propias conclusiones sobre la culpabilidad o inocencia de ambos personajes. Pero también que saque conclusiones sobre un sistema de justicia como el mexicano, que parece no funcionar”, planteó el ganador en una videoconferencia desde la Unam (Universidad Nacional Autónoma de México), donde es coordinador de Difusión Cultural.

Volpi (México, 1968) –el tercer mexicano en ganar el Alfaguara después de Elena Poniatowska y Xavier Velasco– recordó que el caso ha tenido una “enorme” repercusión mediática-política y que ha generado un debate sobre “la necesidad de cambiar este sistema de justicia, un sistema inquisitivo, para pasar a un sistema oral que pueda ser mucho más transparente”. El autor de las novelas La paz de los sepulcros, El temperamento melancólico, Memorial del engaño y la “Trilogía del siglo XX” –integrada por En busca de Klingsor (Premio Biblioteca Breve), El fin de la locura y No será la tierra–, entre otros títulos, señaló que la idea que se tiene del caso sigue siendo “muy negativa” sobre los protagonistas. “Un 70 por ciento de la gente cree que Florence Cassez es culpable, aunque haya salido de la cárcel, y un 95 por ciento cree que Israel Vallarta es culpable.” El escritor quiere que la novela estimule el debate sobre el sistema de justicia mexicano, sobre la presunción de inocencia, sobre la corrupción judicial por la manipulación política de los procesos. “México, poco después del inicio de este caso, se convirtió en un escenario casi apocalíptico debido a la guerra contra el narcotráfico, que implica decenas de miles de muertos, desaparecidos y desplazados que convierten a nuestro país en una especie de cementerio. Esta novela puede ayudar a que el lector cobre conciencia de la necesidad de transformar el sistema de justicia en un país desangrado.”

El escritor mexicano advierte sobre la dificultad de encontrar la verdad. “La gran diferencia ante otras novelas sin ficción sobre casos criminales es que mientras Capote, Mailer, Carrère o Jablonka sabían lo que había pasado porque confiaban en sus sistemas de justicia, aquí el gran de- safío que he tenido es que no se puede creer nada de lo que dice el expediente porque hay contradicciones enormes en los distintos testimonios –comparó el escritor–. Sabemos que los políticos siempre han mentido, pero quizá la condición de la posverdad es que ahora se puede mentir sin que a nadie parezca importarle. Entonces el lenguaje se convierte en un instrumento no para decir las cosas, sino para ocultarlas. Este caso justamente revela cómo la autoridad policial y política trató de hacer hasta lo imposible para que la verdad no pudiera conocerse.”

Fuente: Página 12

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