Jóvenes y política: Más allá de “lo viejo¨ y ¨lo nuevo”

Cuando los adultos hablamos de la relación entre política y juventud es difícil desprenderse de prejuicios, de ideas sobre el deber ser. Por un lado, encontramos discursos sobre el “descreimiento” o apatía de los jóvenes hacia la política. En otro polo, encontramos una suerte de idealización: la juventud como una fuerza innovadora per se, promotora del cambio, entusiasta, rebelde, solidaria, con vocación por transformar.

Si miramos cómo los jóvenes se involucran políticamente de hecho y de qué modos prefieren no hacerlo, las lecturas cambian: esto siempre es hijo de su tiempo, y además, se trama en relación con el mundo adulto. En la Argentina, desde el año 2009, todas las fuerzas político partidarias se han nutrido de militantes jóvenes, al mismo tiempo que se construyó una re valorización positiva de “lo joven” en la política. Si bien el kirchnerismo puso esto en primer plano, lo mismo aconteció en otros espacios políticos partidarios. Esto implicó cierta ruptura en cuanto a las formas de participación predominantes en el periodo inmediatamente anterior. Desilusionados por las promesas incumplidas de la -por entonces naciente- democracia, los jóvenes de los 90 optaron por participar en espacios territoriales, culturales, movimientos sociales de diverso tipo, alejados de las formas más institucionalizadas de la política (los partidos). Así, crearon formas novedosas de visibilizarse en el espacio público, plantear sus demandas y tomar decisiones. En síntesis, entre los 1980 y los 1990 se muestra un pasaje de formas de participación más formales, institucionalizadas y burocratizadas a otro más autónomo y con preeminencia de los mecanismos asamblearios.

En la Argentina, desde el año 2009, todas las fuerzas político partidarias se han nutrido de militantes jóvenes, al mismo tiempo que se construyó una re valorización positiva de “lo joven” en la política

En el escenario actual, estas distintas formas de participar conviven y se mixturan, y además incorporan las redes sociales. Las redes no sólo plantean una forma nueva de activismo sino que son herramientas, nutren y complementan las formas “presenciales” de hacer política. No sólo sirven para convocar: allí se crean discusiones que continúan en las calles o en las aulas, o al revés. Numerosos movimientos juveniles pueden entenderse a partir de la combinación y la re creación original de estas lógicas: la política, la cultural, la virtual, la presencial. #YoSoy132 en México, es un ejemplo de esto. A la vez, otros jóvenes están participando en partidos a partir de disputas en torno a espacios de gestión estatal como forma de construcción política desde lo juvenil (La Cámpora, Jóvenes Pro). Otros lo hacen desde nuevas causas (proteccionismo animal). En este sentido, resulta interesante observar cómo y en qué aspectos las formas de participación juvenil son móviles, cambiantes, re-creativas y por ende, mucho más complejas que el modo en que habitualmente solemos  pensarlas. “Tradicional/innovador”, “online/offline”, “apatía/efervescencia”, “conformidad/rebeldía”, “adoctrinamiento/independencia” son categorías que, pensadas como polares y opuestas, no sirven para describir y comprender a los jóvenes de hoy.

Fuente: Diagonales

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