El Consejo Local de Niñez y adolescencia advierte acerca de las situaciones de vulnerabilidad que atraviesa niños y adolescentes

El comunicado

Estas últimas semanas, como todos sabemos, nuestra ciudad está siendo noticia por hechos muy tristes y lamentables de violencia y asesinatos.

Una vez más la desgracia nos lleva a hablar de lo que muchas veces se calla o se mira para otro lado. Una vez más empezamos a buscar responsables ¿Las fuerzas de seguridad? ¿El sistema educativo? ¿Las leyes? ¿Las familias? ¿Los adolescentes? Y así la lista puede continuar. El problema es que nunca terminamos de entender que la responsabilidad es de todos. Cada uno desde su lugar.

El problema no es una etapa en la vida como la adolescencia. Etapa por la que como adultos hemos pasado y muchas veces se nos olvida al juzgarlos con total ligereza.

El problema no es lo legal o ilegal, todos los lunes vemos en las noticias decenas de accidentes de tránsitos ocasionado por el descontrolado consumo de alcohol de jóvenes y no tan jóvenes.

El problema no es la condición social, la droga y la muerte no distinguen de clases sociales, barrios, sexo y edades. El problema es que no estamos dispuestos a cambiar como sociedad la mirada que vos y yo estamos poniendo sobre nuestros niños, niñas y adolescentes.

La droga mata, es cierto, pero también mata la indiferencia social, mata la falta de responsabilidad en todos los niveles de la comunidad, mata el individualismo, mata la falta de interés por mi vecino, mata el abandono familiar a la que nuestros niños se ven expuestos , mata la ausencia de un Estado que no prioriza sus recursos en garantizar los derechos y necesidades básicas, mata la falta de valores y modelos realmente dignos de imitar que les estamos dejando a las nuevas generaciones, mata la falta de fe.

Es tiempo de que como adultos dejemos de responsabilizar a la niñez y la adolescencia por las problemáticas sociales, y empecemos a hacernos cargo de que ellos son el reflejo de lo como sociedad y como Estado hemos hecho o dejado de hacer.

Bajar la edad de imputabilidad no resuelve el problema de fondo, pero culturalmente siempre nos fue más cómodo trabajar sobre las consecuencias que prevenir los problemas.

Porque la prevención de verdad, requiere trabajo permanente, trabajo de poca prensa, de par a par, poniendo el cuerpo, tiempo, recursos, dando el ejemplo. La verdadera prevención requiere invertir hoy para ver los resultados en las próximas generaciones.

Debemos desde el Estado, la justicia, la educación, la salud, las familias, empezar a generar una cultura preventiva, no simplemente asistencialista. La cultura se sustenta en los hábitos y conductas de las personas. La sociedad da imagen de la cultura en que el hombre se mueve. Entonces cambiar hábitos y conductas delictivas demanda consecuentemente un cambio cultural.

Debemos llegar antes

Ahora nos estamos preguntado y lamentando porque nuestros niños, niñas y adolescentes no tienen conciencia de riesgo, porque no distinguen entre el bien y el mal, porque no les molesta golpear o matar a alguien, porque tantos embarazos adolescentes, porque muchos de ellos recurren a las drogas y a la delincuencia. Y posiblemente nos resulta “más cómodo” optar por exigir ser más duros con las penas y castigos. Pero probablemente si pensáramos lo suficiente, sabríamos por qué pasa todo esto, ya que es irónico como aceptamos lo obsceno, vulgar y violento de la música, películas y videos que circulan en las redes, pero pretendemos que nuestros adolescentes y niñez no sigan ese ejemplo. No seamos tan hipócritas de cargarles a ellos la responsabilidad de lo que como padres, familias, sociedad y Estado no hemos realizado o hemos dejado de hacer por ellos. No deleguemos lo que nos corresponde a nosotros.

Empezar antes desde el Estado…

Es clave que una reforma legislativa este acompañada de una fuerte inversión en políticas públicas de promoción y protección integral de la niñez y adolescencia.

Antes de pensar en bajar la edad de imputabilidad sería importante que se amplíe y mejore la oferta de medidas alternativas, justicia restaurativa, instancias de mediación y justicia comunitaria.

La escasa implementación de medidas alternativas a la privación de la libertad, las malas condiciones edilicias de los centros de detención, el incumplimiento de sus derechos cuando están privados de libertad, son retos que aún perduran en el sistema de justicia. Empezar antes en educación, en salud, en protección de derechos, en promoción social, en priorizar el desarrollo de la primera infancia.

Entender que para conocer las prioridades de un Estado, solo basta con mirar donde invierte más su presupuesto.

Es prioritario “ESCUCHAR PRIMERO”. Nos hemos cargado con tanta teoría y tecnicismos que nos hemos olvidado de ser prácticos. No se trata de resolver los hechos de violencia sino de resolver lo que nos angustia como sociedad. Se trata de entender que la niñez y adolescencia no es un tema para hacer política partidaria, pero que si necesita de políticas que empoderen el sistema de promoción y protección de niños, niñas y adolescentes.

Citando a Winnicott, pediatra psicoanalista, él dice que: “Todo niño inadaptado (para la sociedad) es un ser humano inmaduro para quien en algún momento del desarrollo, el medio no se ha adaptado adecuadamente a sus necesidades.”

A diferencia de los modelos de “atención” que solamente buscan reprimir la conducta considerada antisocial, desde el paradigma de la Protección Integral se entiende en todo caso que las mismas constituyen un síntoma, o una reacción del niño, niña o adolescente, que denuncia situaciones de violencia social que ha sufrido en forma pasiva, en muchos casos, desde el nacimiento.

Aceptemos el desafío y la responsabilidad de enseñarles coherencia: no separar nuestras palabras de nuestras acciones. Seamos adultos responsables que se hacen cargo de sus aciertos y errores, propiciando todo lo necesario para que nuestros niños, niñas y adolescentes sean ciudadanos exitosos. Busquemos la raíz del problema en donde este se encuentra, no depositándolo en los adolescentes que son quienes sufren las decisiones de los adultos.

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