¿Bastan los audios para que Temer caiga?

«Temer afirma que no renuncia; el audio sobre Cunha no es concluyente«, titula. «En otro tramo, el Presidente elogia el esfuerzo del dueño de JBS para «asegurar» jueces», dice en la bajada.

Encima, una foto de la conferencia de ayer del mandatario, con gesto preocupado y duro, convenientemente oscurecida para dar con el tono del momento. Y, caladas en ella, las frases de la discordia.

El enfoque es provocador porque toda la crisis se desató con la denuncia del diario carioca O Globo sobre un aval de Temer al empresario Joesley Batista, dueño del gigante de las carnes procesadas JBS, para el pago de coimas que garanticen el silencio de Eduardo Cunha. Este, recordemos, fue el jefe de los diputados, es uno de los emblemas de la corrupción en Brasil, fue el artífice de la destitución de Dilma Rousseff y cumple una condena de quince años de cárcel.

¿Es efectivamente concluyente ese tramo del audio?
Joesley Batista: -¿De qué me encargué más o menos de hacer hasta ahora? Estoy bien con Eduardo, ¿OK?
Michel Temer: -Tiene que mantener eso, ¿vio?
JB: -(…) Todos los meses, también.
MT: – Eso.

¿Alcanza con eso para probar un visto bueno presidencial al pago de un soborno? Probablemente no, porque, si se habla de un juicio político, lo que hace falta es acreditar un «crimen de responsabilidad», en este caso cohecho y obstrucción de la justicia.

Voceros de la Presidencia interpretan que ese diálogo no demuestra nada, apenas la voluntad de estar cerca solidariamente con el reo. Una explicación infantil puede ser más fuerte que una presunción en los estrados.

Sin embargo, hay otros tramos, que no fueron parte de la denuncia periodística inicial pero que resultan más flagrantes.
MT: -Usted no tiene una denuncia.
JB: -Eso, eso. (Estoy) investigado. No tengo todavía una denuncia. Me encargué, por un lado, del juez. Lo aseguré. Por otro lado, del juez sustituto, que es un tipo (…)
MT: ¿Tiene asegurados a los dos?
JB: -Estoy asegurando a los dos.
MT: -Óptimo. Óptimo.

Si eso no es obstruir a la justicia, por lo menos…

Hay, además, otros tramos, en los que el empresario, en su inaudita audacia de entrar a la residencia presidencial para grabar al jefe de Estado, le cuenta que jueces y fiscales le dan información secreta sobre los expedientes. Todo ante el silencio insólito de Temer. El problema es aún mayor: el presidente incurrió en otro delito, que en Argentina llamaríamos de incumplimiento de los deberes del funcionario público, al no avisar a ningún fiscal de lo que se había enterado. Desde el palacio del Planalto la explicación es que no lo tomó en serio. Es decir, recibió fuera de agenda y sin registro a uno de los empresarios más poderosos de Brasil, habló de temas al menos controvertidos, le dio por lo menos 38 minutos de su tiempo (que es lo que dura el audio), pero todo le pareció un chiste. En este caso, el argumento infantil es claramente insuficiente.

El contexto del diálogo, que no se puede resumir aquí, es, además, muy inconveniente para un presidente. Y hay más.

En la conversación, Temer le indica al diputado Rodrigo Rocha Lourdes, hombre de su confianza, para que le cuente «todo» sobre los problemas de JBS que Batista necesita resolver. El diputado, ya suspendido por el Supremo Tribunal Federal, aparece luego en impactantes filmaciones en las que aparece reunido con un emisario del empresario, hablando, recibiendo una valija y trasladándola. ¿El contenido? Medio millón de reales.

Temer se despegó de lo realizado por Rocha Lourdes, pero es él quien lo designó como intermediario.

En otro fragmento, el mandatario le anticipa a su interlocutor una reducción de las tasas de interés que decidiría en Banco Central, lo que obviamente es otra violación de la ley.

Ya por fuera de la grabación y sus derivaciones, el inefable Batista denunció a la justicia que le paga sobornos desde 2010. Si su delación es homologada por la justicia, es porque cuenta con documentos que comprometen al Presidente.

Temer, sin embargo, resiste. Acaba de pedir una auditoría de la grabación de la polémica para determinar su fue adulterada. Además, instruyó a su gabinete a prepararse para ir «al enfrentamiento». Parte de su mesa chica le recomendó el jueves renunciar (y él estuvo a punto de hacerlo), pero primó finalmente la opinión combativa de su jefe de gabinete, Eliseu Padilha, otro implicado en la operación «Lava Jato»: si el audio no es concluyente, se puede dar pelea.

La palabra final estará fuera de los despachos alfombrados. En la calle, se prepara para el domingo una serie de manifestaciones en varias ciudades. Como convocan los que salieron contra la corrupción del Partido de los Trabajadores y también los que defendieron a Dilma en el impeachment, se presume que pueden ser grandes. Las justificaciones infantiles pueden ser suficientes en esas oficinas suntuosas, pero acaso no para evitar que la opinión pública baje su pulgar.

De la mano de lo anterior evolucionará, también, lo que pase en los despachos. Temer ser afana en contener el abandono de sus aliados en el Congreso, dueños de parcelas del gabinete. Un par de ministros ya se fueron; otros esperan la evolución de los hechos.

«La amplia mayoría parlamentaria que tenía Temer y que le permitía sacar adelante las reformas (fiscal, laboral, jubilatoria) ya no existe. Y sin eso, su Gobierno no es nada», le dijo a ambito.com una fuente que camina los pasillos del Congreso.

En los próximos días (¿horas?) se sabrá si Temer sufre el mismo efecto «puerta 12» que le provocó a Dilma.

Sería, como le ocurrió a la dama, la antesala del final.

Fuente. ambito financiero

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