La pequeña pastilla que provocó la revolución más significativa del siglo XX

La píldora anticonceptiva trajo importantes cambios sociales y todo el mundo concuerda con eso.

De hecho, esa era la razón para desarrollarla, al menos desde el punto de vista de Margaret Sanger, la activista que urgió a los científicos a que lo hicieran.

Sanger soñaba con una liberación sexual y social de las mujeres, que las dejara en igualdad de condiciones con los hombres.

Pero la píldora no disparó solamente una revolución social; también desató otra revolución, el cambio económico más significativo de finales del siglo XX.

En primer lugar, funcionaba, que es más de lo que se puede decir de muchas de las otras alternativas. Por siglos, los amantes habían probado toda clase de trucos para evitar un embarazo. Desde caca de cocodrilo en el antiguo Egipto hasta aceite de cedro, recomendado por Aristóteles, y el método de Casanova de usar medio limón como capuchón cervical.

Incluso la alternativa moderna más obvia, los preservativos, tienen sus bemoles, pues la gente no los usa apropiadamente, por lo que a veces se rompen o se resbalan.

El caso es que en un año, por cada 100 mujeres sexualmente activas que usan el condón como método anticonceptivo, 18 quedan embarazadas. La tasa de fallos de la esponja es similar y del diafragma no es mucho mejor.

Con la píldora, esa tasa es del 6%, tres veces más segura que los preservativos.

Y esa tasa asume el uso típico, pues si la usas siguiendo las indicaciones al pie de la letra, el porcentaje se reduce a 0,3.

Otra ventaja: la responsabilidad era de la mujer.

La píldora le dio a las mujeres el control, pues usar condones implicaba negociar con su pareja. Y el diafragma y la esponja eran liosos.

Ahora hay más métodos, pero entre los que había en ese entonces y dadas las circunstancias sociales, la píldora resultaba mucho más ventajosa, particularmente cuando permitieron que las mujeres pudieran pedirlas sin permisos de otros.

En contraste, la decisión de tomar la píldora era propia y privada. Y discreta. No extraña que la quisieran.

El primer país en aprobarla fue Estados Unidos, en 1960, y en sólo cinco años casi la mitad de las mujeres casadas que usaban métodos anticonceptivos tomaba la píldora.

Pero la revolución real llegó cuando las mujeres solteras tuvieron acceso a los anticonceptivos orales… aunque hubo que esperar.

Para mediados de los 70, la píldora era de lejos la forma más popular de control reproductivo entre las mujeres de 18 y 19 años de EE.UU.
Y fue entonces que empezó esa revolución económica.

En EE.UU. hasta 1970, las carreras de Derecho, Medicina, Odontología y Maestría en Administración de Empresas habían sido muy masculinas.

Equipadas con la píldora, las mujeres empezaron a incursionar en esos campos. Primero eran un 20% en las clases, luego un 25%, y para 1980 a menudo eran un tercio del número de graduados.

No era sencillamente porque las mujeres estaban yendo más a la universidad. Mujeres que ya habían decidido ser estudiantes optaban por esas profesiones. La proporción de mujeres estudiando medicina y derecho aumentó dramáticamente y, consecuentemente, su presencia en esas profesiones poco después.

Ahora que la píldora les había dado control de su fertilidad, podían invertir en sus carreras.

Antes, para poder cosechar los beneficios de los cinco o más años que tomaba calificar como doctora o abogada, tenían que estar seguras de poder evitar convertirse en madres hasta por lo menos los 30 años de edad.

Tener un bebé interrumpiría sus estudios o carreras en un momento crítico.

En otras palabras, para una mujer sexualmente activa querer ser médica, odontóloga o abogada era el equivalente de construir una fábrica en una zona de terremotos: un poco de mala suerte y toda la inversión se perdía.

Para los años 80, ya no eran sólo mujeres como las Kennedy las que podían darse el lujo de estudiar.

Por supuesto que podían abstenerse de tener relaciones sexuales en aras de una carrera profesional, pero muchas no querían hacerlo. Y se trataba solamente de divertirse, sino también de encontrar un marido.

Antes de la píldora, la gente se casaba joven. Y una mujer que retrasara tener relaciones afectivas hasta los 30 años de edad probablemente se le haría difícil encontrar marido pues sus contemporáneos estarían casados.

La píldora cambió la dinámica: las solteras podían tener relaciones sexuales con un riesgo sustancialmente menor de quedar embarazada.

Alteró también el patrón del matrimonio: la gente dejó de casarse tan joven. ¿Para qué apurarse?

Eso significó que incluso las mujeres que no usaban la píldora tampoco tenían que correr a casarse.

Los bebés empezaron a llegar más tarde y en el momento en el que las mujeres escogían.

Eso significó que ellas, al menos, tenían tiempo de establecer su carrera profesional.

Por supuesto que muchas otras cosas estaban cambiando para las estadounidenses en los 70. se legalizó el aborto, se aprobaron leyes contra la discriminación por género, el movimiento social del feminismo tomó fuerza.

Y, como a los hombres jóvenes los estaban mandando a luchar en Vietnam, los empleadores le abrieron las puertas a las mujeres.

Armadas con estas pildoritas, las mujeres pudieron penetrar el mundo masculino.

No obstante, un meticuloso estudio estadístico hecho por los economistas de la Universidad de Harvard Claudia Goldin y Lawrence Katz indica firmemente que la píldora tuvo que haber jugado un rol importante al permitirle a las mujeres retrasar el matrimonio, la maternidad e invertir en sus propias carreras.

Cuando estudias otros factores de cambio, ninguno explica tan bien lo que sucedió.

Goldin y Katz chequearon la llegada de la píldora a las manos de las jóvenes en cada estado, y en todos y cada uno, cuando la pudieron tomar, la tasa de matriculaciones en cursos profesionales se disparó y los sueldos de las mujeres aumentaron.

Hace unos años, la economista Amalia Miller usó una variedad de métodos estadísticos para demostrar que si una mujer en sus 20 puede retrasar la maternidad por un año, en términos monetarios sus ganancias vitalicias aumentan 10%.

Esa era la medida de la vasta ventaja que representa para una mujer completar sus estudios y asegurarse una carrera antes de tener hijos.

Pero las jóvenes de los años 70 no necesitaban ver la investigación de Amalia Miller: ellas ya lo sabían.

Al otro lado del Océano Pacífico hay una realidad alternativa.

En Japón, una de las sociedades más avanzadas tecnológicamente, la píldora no fue aprobada hasta 1999, según BBC.

Las japonesas tuvieron que esperar 39 años más que las estadounidenses para tener acceso al mismo anticonceptivo.

En contraste, los japoneses con problemas con sus erecciones pudieron acceder a la medicina Viagra poco después que los estadounidenses.

La desigualdad económica entre géneros en Japón es considerada como la peor en el mundo desarrollado.

Es imposible desenredar la causa y el efecto en este caso, pero la experiencia en EE.UU. indica que no es una coincidencia: retrasa el acceso a la píldora por dos generaciones y el impacto es enorme.

La diminuta pastilla sigue transformando la economía mundial.

Fuente. iProfesional

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